El Gobierno pontifica una y otra vez sobre la necesidad de producir, pero parece no entender que el paso del rentismo a la productividad supone un profundo cambio cultural, que no va a ser nada fácil porque se ha enquistado en la conciencia del venezolano la cultura petrolera, que nos ha llevado a creer que somos un país inmensamente rico y que tenemos derecho a gozar de bienes y servicios sin poner como contraparte el trabajo responsable, la honestidad, el esfuerzo y el conocimiento. Cuánta falta nos hace tomar en cuenta el clamor desgarrado de Simón Rodríguez: “Yo no pido que me den, sino que me ocupen, que me den trabajo. Si estuviera enfermo, pediría ayuda. Sano y fuerte, debo trabajar. Sólo permitiré que me carguen a hombros, cuando me lleven a enterrar”.
Alucinado por los altos precios del petróleo y convencido de que, sobre ellos, le iba a ser posible construir un nuevo mundo y llevar a cabo una revolución redentora, el chavismo se dedicó a repartir, en vez de producir, a fabricar clientes en vez de ciudadanos, personas que usaban la mano para pedir y aplaudir y no para trabajar. Empresarios eficientes y productivos fueron considerados enemigos y se empezaron a expropiar o estatizar empresas; y a importar, regalar y subsidiar productos porque teníamos derecho a ello ya que “el petróleo ahora era nuestro”. No importaba que, para pagar la deuda social, destruyéramos la economía y al país, con lo que la deuda se haría impagable. Cuando bajaron los precios del petróleo, pusieron a producir billetes sin respaldo con lo que se disparó vertiginosamente la inflación. Y cuando los dólares no fueron suficientes para importar comida, medicinas y productos como antes, se agudizó la escasez, el hambre y el bachaqueo que representa el neoliberalismo más salvaje, es decir la ley de la oferta y la demanda sin la menor ética y sin controles.
Del sueño petrolero y del populismo desenfrenado, empezamos a despertar descubriéndonos no sólo pobres, sino arruinados y comenzamos a entender que la verdadera riqueza está en el trabajo, y que está agotada, espero para siempre, esa forma de entender la política como acceso al botín y como distribución populista de los bienes, y que nos toca entre todos, reconciliados, hermanados y desideologizados, construir una Venezuela moderna y genuinamente democrática a base de trabajo, respeto, eficiencia y solidaridad.
Yo, por esto y a pesar de todo, soy muy optimista respecto al futuro de Venezuela, hoy un país muy pobre, pero potencialmente riquísimo. Está muriendo una forma de entendernos y de entender la política que se ha mostrado profundamente incapaz de traer bienestar y dignidad a las mayorías de nuestro pueblo. Y está naciendo la posibilidad de empezar a construir una auténtica democracia, entendida como una sociedad de ciudadanos honestos, trabajadores y respetuosos de los demás y de las leyes. De la crisis y el empobrecimiento generalizado, deberíamos haber aprendido la lección de que el populismo y el mesianismo sólo traen a la larga problemas y miseria. Los políticos a su vez, deben comprender que no son tiempos para aspiraciones individualistas o para repartirse cuotas de poder, sino que son para poner a Venezuela sobre los intereses particulares.
Sus palabras son tan sentidas por todos quienes amamos nuestra Venezuela… Es la hora de escribir, de elevar nuestra voz, con respeto, con tolerancia, pero elevar nuestra voz… cansados de tanta miseria, ignorancia, maltrato, vejaciones… Estamos sumidos en una pesadilla, que en el nombre de Dios terminará… Es mi fe y Esperanza… Dios lo bendiga Pérez esclarín, sigo cada uno de sus escritos, me uno a sus palabras de amor, esperanza, alegría, fe por el futuro próximo que ha de venir para Venezuela, nuestros hijos, nuestros nietos… De alguna manera como docente estamos llamados a crear conciencia ciudadana, nuestra voz, nuestra palabra es nuestra mejor arma… Cada plabra suya cuenta, en esta lucha para abrir conciencia! Dios le bendiga!