Todo el país clama por la necesidad de un diálogo sincero, como único camino para resolver la profunda crisis que vivimos y enrumbar a Venezuela por las sendas de la convivencia, la paz y el progreso. Pero, como escribí hace unos días, el diálogo exige respeto, humildad para reconocer los propios errores y aceptar que uno no es el dueño de la verdad.
Los orgullosos y los prepotentes no saben dialogar. El diálogo necesario parte de reconocer y valorar al otro distinto a mí y aceptar que nos necesitamos todos en la diversidad, pues polarizados y enfrentados no vamos a avanzar en la solución de la crisis e incluso podemos contribuir a agudizarla si no abandonamos las posturas intransigentes y soberbias.
El Gobierno debe aceptar que las protestas tienen una base objetiva (¡demasiado pacientes hemos sido!) porque el país está muy mal, la delincuencia anda desbordada, escasean todos los productos, la inflación devora sueldos y ahorros, todo sube de precio menos la vida humana que cada día vale menos, la corrupción está desatada, y es urgente un cambio en la economía pues está bien demostrado su fracaso. Problemas que se vienen señalando desde hace mucho tiempo y que el gobierno (que lleva no diez meses sino quince años) no ha mostrado verdadera voluntad de enfrentarlos y ha eludido su responsabilidad culpando siempre a la oposición o a un complot del imperio.
En una conversación con mi compañera de trabajo, Beatriz Borjas, actual directora del Centro de Formación e Investigación P. Joaquín de Fe y Alegría, señalamos estos ocho puntos que nos parecen esenciales para elaborar sobre ellos una agenda para el diálogo necesario:
1.- Compartir el poder. El Gobierno debe empezar a reconocer que al menos medio país no apoya su proyecto que trata de imponer a la fuerza y debe aceptar, escuchar y respetar a la oposición. La asamblea no puede ser un medio de imposición sino de diálogo La oposición debe reconocer la legitimidad del Presidente, renunciar a protestas violentas y a caminos anticonstitucionales. Hay que elegir de un modo independiente los poderes electoral, judicial, moral, de modo que representen la diversidad de la población.
2.- Desarme de toda la población, No puede ser que el gobierno permita grupos civiles paramilitares armados. Es el Estado el que tiene el monopolio de las armas que nunca deben ser utilizadas para reprimir manifestaciones o protestas.
3.- Revisión de todos los convenios de cooperación internacional para determinar si son sustentables sin graves prejuicios para nuestra economía y si alguno de ellos pone en peligro la soberanía del país.
4.- Establecimiento urgente de mesas técnicas para enfrentar y empezar a resolver ya el grave problema del desabastecimiento de alimentos, medicinas y repuestos.
5.-Nombrar con urgencia una comisión de la verdad, con personas de reconocida moralidad y objetividad, y si se considera necesario con algún arbitraje internacional, que aclare las muertes y hechos violentos de estos días y garantice un juicio objetivo y las debidas sanciones a los responsables.
6.- Liberación de los estudiantes detenidos y el cese de la criminalización de las protestas. Revisión de las detenciones por motivos políticos.
7.- Ataque frontal a la corrupción y castigo a los corruptos, sean quienes sean. No es posible que personeros del alto gobierno hayan reconocido que se entregaron más de 20.000 millones de dólares a empresarios de maletín y no pase nada.
8.- Información objetiva y veraz de todos los medios, sin censura ni autocensura. Los medios oficiales no son agencias de propaganda del PSUV y deben reflejar las noticias de ambos lados con objetividad y sin tratar de influir en la opinión pública. Se deben eliminar todos los programas en los que se ofende o insulta.
¡Es tiempo de anteponer los intereses de la Patria a los intereses personalistas o partidistas!