El 28 de Octubre, celebramos un aniversario más del nacimiento en Caracas de Simón Narciso de Jesús Rodríguez, sin duda alguna el educador venezolano de mayor relieve e importancia en toda la historia del país.
Hoy, a pesar de que se le invoca mucho, sigue siendo un gran desconocido. La mayoría de los venezolanos sólo conoce de él que “fue maestro del Libertador”, o quizás alguna de sus frases más citadas como “inventamos o erramos”, que repiten una y otra vez, sin inventar nada, errando en consecuencia. Muy pocos comparten su pasión educadora que le llevó a recorrer América, incomprendido, y aun tachado de loco, intentando gestar una educación crítica y creativa, que enseñara a trabajar y producir, e hiciera de los súbditos obedientes y sumisos, unos ciudadanos autónomos, respetuosos de las leyes, y comprometidos con el bienestar de todos.
Las inquietudes de Rodríguez siguen teniendo hoy una extraordinaria vigencia en Venezuela, donde es urgente que todos sumemos fuerzas para garantizar a cada persona una verdadera educación de calidad. Educación, en primer lugar, para la convivencia y el respeto, donde superemos la polarización y el desencuentro y nos reencontremos como conciudadanos, omprometidos en la gestación de un verdadero proyecto de país, en el que nadie quede excluido.
Un país con poderes autónomos e independientes que se regulen unos a otros, e instituciones eficaces y eficientes, que resuelvan problemas y nos garanticen a todos un trato igualitario ante la ley. Educación que cultive los valores del respeto, la convivencia y la solidaridad; o como insistía Rodríguez, “que enseñe a vivir en sociedad”, a vivir con el otro diferente y a vivir para el otro que nos necesita.
Educación crítica y creativa que enseñe a pensar y no a repetir, que promueva la autonomía y no la sumisión: En palabras de Rodríguez: “Enseñen a los niños a ser preguntones, para que pidiendo el porqué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón; no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos”. Además de enseñar a ser y convivir, la educación debe orientarse fundamentalmente a enseñar a aprender y enseñar a trabajar. Esto supone que todos adquieran y dominen las competencias esenciales del aprendizaje: lectura, escritura, expresión oral, escucha, argumentación, pensamiento, cálculo, observación, medición, estadística, ubicación en el espacio y en el tiempo, uso adecuado de las nuevas tecnologías; y las actitudes fundamentales para seguir aprendiendo siempre, como curiosidad, trabajo en equipo, reflexión, investigación, sistematización.
Frente a la actual educación que enseña a reproducir, más que a producir; que enseña a repetir y copiar pero no a crear; necesitamos una educación verdaderamente productiva, que enseñe a trabajar y amar al trabajo, que introduzca el valor de la calidad en todo lo que hacemos, para así, como nos lo decía Rodríguez, “colonizar al país con sus propios habitantes”. El mismo Rodríguez dio ejemplo de sus ideas con su propia vida y nunca desdeñó el trabajo. Para sobrevivir, cuando no conseguía trabajo como maestro, se ocupó en los oficios más humildes como fabricar velas o jabones, y durante su larga vida, repitió una y otra vez: “Yo no pido que me den, sino que me ocupen, que me den trabajo. Si estuviera inválido, pediría ayuda. Sano y fuerte debo trabajar. Sólo permitiré que me carguen a hombros, cuando me lleven a enterrar”.
Instruir y educar los dos pilares de una sociedad, divulgada por este maestro y no puesta en marcha por gobierno alguno venezolano. Tiene razón el articulista cuando expresa que poco se conoce de Simón Rodríguez y es usado algunos de sus pensamientos por algunos políticos sólo para un fin electorero y no llevarlo a la práctica pues iría contra ellos mismos. Comparto plenamente la opinión del articulista en todo, me parece muy acertado la afirmación que sus pensamientos son pocos conocido salvo algunos que repiten muchas veces: “Inventamos o erramos”. Pero sin inventar nada y errando en consecuencia.