Acaba de salir mi nuevo libro “Aprender a vivir con pasión y compasión” (S. Pablo 2013), en el que, una vez más, invito al lector a plantearse en serio la vida y a buscar de un modo decidido su plenitud y su felicidad.
La vida es un don que se nos ha regalado por puro amor, pero es también una tarea y deberíamos convertirla en una aventura apasionante. Nos dieron la vida, sin pedirla ni merecerla, pero no nos dieron la vida hecha.
Nos toca a nosotros ser autores y actores del guión de nuestra vida para vivir de un modo responsable y consciente, desarrollar todos nuestros talentos y alcanzar la cumbre de nuestras potencialidades.
Los seres humanos somos siempre proyectos inacabados, en posibilidad de cambiar, de crecer, de ser cada vez más amables, más creativos, más serviciales. Vivir es construirse, soñarse, inventarse. Lo peor que le puede suceder a una persona es sentirse acabado.
La vida es un viaje y cada uno decide su destino: podemos ir a la cumbre o al abismo, podemos hacer de la vida una siembra de alegría y amor, o de maltrato y de violencia. Podemos convertirla en un jardín de bellas flores o en un estercolero lleno de inmundicias.
En definitiva, sólo se puede viajar en dos direcciones: contra los otros o hacia ellos. Solos no podemos cambiar el mundo, pero podemos hacer que en nuestras familias, en nuestro trabajo, en nuestras comunidades, en nuestro país haya más unión, más colaboración, más felicidad. Y si todos nos esforzáramos por cambiar nuestros pequeños mundos, el Mundo cambiaría.
Si todos deberíamos ser autores y actores del guión de nuestra vida, hoy son muy pocos los que se atreven a escribirlo y se plantean ser constructores de sí mismos. La mayoría vive de un modo rutinario, sin demasiadas preguntas, sin atreverse a asomarse al misterio de su existencia, sin tratar de encontrar su sentido.
Propiamente, no viven, son vividos por los demás: se dejan programar y moldear por una cultura que promueve la superficialidad, el hedonismo, la permisividad, el consumismo, las apariencias. Cuidan sus cuerpos, pero sus espíritus languidecen. Detrás de fachadas relucientes y bien cuidadas se oculta el abandono y el vacío.
En definitiva, el libro trata de ayudar a las personas a vivir con pasión, a convertir cada momento y cada experiencia en un acto responsable y creador. Quiere ser una invitación a conquistar la libertad para “en todo amar y servir”, para hacer de la vida que nos fue regalada generosamente, un regalo para los demás.
Por ello, frente a los proyectos que nos lanza el mundo para que encontremos una plenitud y una felicidad huecas y egoístas, presenta el proyecto de Jesús para que hagamos nuestra su pasión por el Reino de justicia y amor y su compasión por las víctimas. Venimos del corazón de Dios y nuestro destino es volver a ese mismo corazón para disfrutar eternamente las bondades y la dicha de su amor.