El afán de oponerse a los Estados Unidos está llevando al Gobierno Nacional a idealizar a los chinos y a ofrecerles nuestros recursos naturales en unas condiciones realmente ventajosas para ellos. Pero los chinos no son precisamente unas Hermanitas de la Caridad. Si no, que lo digan sus países vecinos.
Por supuesto, no me estoy refiriendo a los numerosos ciudadanos chinos que llegaron a nuestra tierra buscando trabajo y mejores condiciones de vida, y Venezuela, como lo ha hecho con muchos otros pueblos, les abrió puertas y brazos. Me estoy refiriendo al Gobierno Chino y a sus políticas que, en busca de esas materias primas que tanto necesitan para sostener su despegue económico, están invadiendo con sus productos los mercados internacionales y otorgando créditos multimillonarios con los que amarran a futuro las economías de muchos países sobre todo de América Latina y de África.
China se está convirtiendo en una potencia imperialista. Como ya lo advirtiera J. Nehru, el primer ministro fundador de la república India y líder, junto a Mahatma Gandhi, del movimiento independentista, “cada vez que China vuelve a ser China, se vuelve imperialista”. Hoy, China es gobernada con puño de hierro por el Partido Comunista que no permite la menor oposición, y es un país donde impera el capitalismo más salvaje.
Tras el fracaso de las políticas colectivistas de Mao y la barbarie de su Revolución Cultural que sacrificó a millares de chinos, su sucesor, Deng Xiaoping, supo comparar el éxito económico de Singapur, Corea del Sur y Taiwán y el fracaso de las economías socialistas en Corea del Norte y en su propio país.
Frente al dicho tan escuchado en Venezuela de que “ser rico es malo”, los chinos promovieron el “volverse rico es glorioso”. De hecho, ya en 1984, un Documento del Partido Comunista Chino expresa sin titubeos que “la política de estimular a una parte de la población a enriquecerse antes que el resto, concuerda con las leyes que rigen el desarrollo del socialismo”.
No es de extrañar, en consecuencia, que las desigualdades internas en China han aumentado 11 puntos en los últimos 25 años, y que hoy en China hay una casta de supermillonarios compuesta sobre todo por empresarios, políticos y militares, frente a cientos de millones de personas que viven en la más absoluta miseria.
Para convertirse en una de las economías más pujantes del mundo, el Gobierno Chino fomentó las privatizaciones de la tierra y de las empresas estatales y alimentó la producción a base de la explotación más servil de la mano de obra. Las neveras, televisores, cocinas, lavadoras, computadoras y numerosos otros productos “made in China” que invaden los mercados internacionales y que Venezuela compra por millones, son fabricados en condiciones de verdadera esclavitud.
En China son normales las jornadas de dieciséis o más horas de trabajo al día, con frecuencia sólo se concede a los obreros uno o dos días de descanso al mes, no se permiten los sindicatos, huelgas, protestas o manifestaciones, los sueldos son verdaderamente vergonzosos y olvídense de otros beneficios sociales. En China abundan los centros de trabajo forzado para reeducar a los que piensan políticamente distinto, y no hay libertad de expresión ni de religión.
Más que una estrategia comercial, los chinos tienen muy clara su estrategia de poder. Las empresas occidentales ganan montañas de dinero comprando a los chinos por centavos y vendiendo luego por centenares de dólares. A dichas empresas sólo les interesa el lucro inmediato a cualquier precio, incluso el de cerrar sus fábricas y generar una brutal desocupación en sus países.
Mientras las grandes potencias mercantiles occidentales se quedan con sus marcas y con el diseño, los chinos se quedan con la producción, y poco a poco van logrando el desmantelamiento de los cada vez más escasos parques industriales. Cuando los chinos tengan el monopolio de la producción, impondrán los precios que quieran y de nada servirá llorar y lamentarse sobre los parques industriales desmantelados.
LA DEPENDENCIA DE UN PAIS, EN LOS ASPECTOS TECNOLOGICOS Y FINANCIERO ES UN PELIGRO PARA LA SOBERANIA. TENEMOS QUE INVERTIR NUESTROS RECURSOS EN CREAR UNA PROPIA INDUSTRIA; ASI SEA SENCILLA.