El mundo de los jóvenes presenta grandes desafíos a la actual educación. ¿Qué sentido puede tener una educación que no está dispuesta a escuchar y dialogar profundamente con los jóvenes? ¿Es acaso posible educar desde el acaparamiento de la palabra y la pretensión de la verdad? En un mundo de incertidumbres, ¿qué sentido tiene un autoritarismo que impone por la fuerza sus verdades? En un mundo globalizado y abierto a todos y al futuro planetario, ¿qué sentido tiene una escuela encerrada en sí misma, anclada en el pasado, que exige conocimientos anquilosados, muertos, sin impacto con la vida? En un mundo cambiante, ¿qué sentido tiene una educación inflexible? En un mundo de culturas híbridas y carcomido por problemas tan graves como el terrorismo, el narcotráfico, la contaminación ambiental, los embarazos precoces, la miseria y la violencia desbocada, ¿qué sentido tiene una educación cuyas preocupaciones esenciales parecen ser el tipo de peinado, los piercings o si los alumnos llevan la franela por dentro o por fuera?
Necesitamos con urgencia una educación que se anime a tender puentes con la juventud. Una educación construida desde el diálogo generacional sincero que dé pie a nuevas propuestas. Para ello, es necesario empezar por cambiar la mirada y aprender a mirar a los jóvenes con los ojos del corazón, para ya no verlos desde nuestros prejuicios y visiones subjetivas y parcializadas; para valorar sus riquezas, para que más que juzgarlos, intentemos comprenderlos con sus expresiones, su estilo de vida, su aparente indolencia o agresividad. Detrás de ciertas conductas violentas de muchos jóvenes se esconde un grito desesperado para llamar la atención: “¡Escúchame, por favor!” Los jóvenes tienen una enorme necesidad de ser escuchados y atendidos. Y algunos la única forma que aprendieron para lograrlo es a través del maltrato y de la agresión.
Si los miramos con los ojos del corazón seremos capaces de aprovechar positivamente sus ansias de libertad, aprenderemos a relativizar muchas de las normas y de los valores tradicionales, entenderemos su desconfianza en tantas instituciones que han asfixiado las vidas de las personas y que los jóvenes sólo valoran en cuanto sirven a mejorar la calidad de los encuentros. Veremos que la rebeldía o incluso aparente apatía de muchos jóvenes es un modo de expresar su rechazo a un mundo inhumano y destructor, y a una política que oculta en la retórica de las palabras huecas las ambiciones personalistas y una búsqueda enfermiza del poder. Entenderemos que los jóvenes tienen una gran sensibilidad ecológica, son capaces de ser generosos y solidarios y comprometerse con causas que los movilizan, aunque posiblemente sin amarrarse a obligaciones permanentes. Que tienden al igualitarismo y la tolerancia ante la diversidad; y dan un alto valor a la amistad. Tienen un sentido lúdico y festivo y necesitan celebrar hasta la madrugada, lo que les ayuda a sentir que existen y a diferenciarse de los adultos. En los jóvenes hay una búsqueda de autenticidad y mayor libertad, de cuestionar y ahondar en la fidelidad a sí mismos; por ello, les impactan fuertemente los adultos coherentes y comprometidos.
Si los miramos con los ojos del corazón, ya no seguiremos repitiendo que adolescente viene de adolecer, que le falta crecer, madurar… Es verdad que los jóvenes están en una etapa de maduración, de crecimiento, de cambio, pero en realidad la palabra adolescencia viene del término latino “adulescentiam”, que significa “hacia arriba”. Ser joven es ir hacia arriba, y la educación tiene que ayudarles a levantarse de una vida pasiva, sin riesgo y sin horizontes, para emprender el vuelo de su libertad. Y enseñémosle con el ejemplo de nuestras vidas que no es libre quien hace lo que quiere, sino quien hace lo que debe, quien se responsabiliza por completo de sus acciones y asume la tarea de irse haciendo cada vez mejor. Es libre quien va desamarrándose de sus ataduras, de todo aquello que lo mantiene encadenado a los vicios o lo ata a una vida mediocre o superficial que le impide volar.
MUCHAS PERSONAS ADULTAS DECIMOS QUE LA JUVENTUD DE HOY ESTA PERDIDA. PADRES Y FAMILIARES DESCUIDAN A SUS HIJOS, HAY QUE DAR MAS AMOR Y COMUNICACION. DEJAN QUE LOS MEDIOS IMPRESOS, AUDIOVISUALES Y OTROS SIEMBREN SUS ANTIVALORES. CORREGIR FALTAS HOY,EN LOS NIÑOS, ES EVITAR MALES FUTUROS. S/9/2/2013 CABIMAS-ZULIA-VZLA.