Por ser este un año electoral, tan propenso para la retórica hueca, las promesas irresponsables, los insultos, la descalificación del adversario y la profundización de la polarización y la incomunicación, quiero insistir en la necesidad que tenemos todos de aprender a escuchar y dialogar.
Escuchar viene del latín: auscultare, término que se lo ha apropiado la medicina, y denota atención y concentración para entender y poder ayudar. Escuchar antes de diagnosticar, de opinar, de juzgar, de descalificar. Partir de lo que el otro dice, cómo lo dice, por qué lo dice. Escuchar, en consecuencia, las palabras y los gestos, los silencios, los dolores y rabias, los gritos de la inseguridad y el miedo. Escuchar lo que se dice y lo que se calla y cómo se dice y por qué se calla.
Escuchar sobre todo las acciones, la vida del que habla, que con frecuencia niegan lo que se proclama en las declaraciones y discursos. Muchos deshacen con sus pies lo que intentan construir con sus palabras: “El ruido de lo que eres y haces no me deja escuchar lo que me dices”. Hablan muy bonito, vocean su inquebrantable fidelidad al pueblo más necesitado, pero viven de una forma radicalmente opuesta al pueblo que tanto dicen amar. Su supuesta vocación de servicio se traduce en la práctica en vocación de ser-vicio, es decir, de ser un ejemplo radicalmente opuesto a lo que dicen ser.
Escuchar para comprender y así poder dialogar. El diálogo exige respeto al otro, humildad para reconocer que uno no es el dueño absoluto de la verdad. Lo más difícil de un diálogo no es lo que se dice, sino el modo como se escucha. Si yo sólo escucho al que piensa como yo, no estoy escuchando realmente, sino que me estoy escuchando en el otro. El diálogo supone búsqueda, disposición a cambiar, a “dejarse tocar” por la palabra del otro.
Para decirlo con el poeta Antonio Machado: “Tu verdad, no; la verdad: deja la tuya y ven conmigo a buscarla”. El diálogo verdadero implica voluntad de quererse entender y comprender, disposición a encontrar alternativas positivas para todos, opción radical por la sinceridad, respeto inquebrantable a la verdad, que detesta y huye de la mentira. El que cree que posee la verdad no dialoga, sino que la impone, pero una verdad impuesta por la fuerza deja de ser verdad. “La verdad les hará libres”, dijo Jesús. Nos libera de la prepotencia, del orgullo y del rencor, de creer que somos los únicos portadores de la verdad, que nos las sabemos todas; libera también de toda palabra que ofende, descalifica o hiere. Una verdad que no construye humanidad, es una falsa verdad.
Necesitamos aprender a escuchar y también escucharnos para ser capaces de dialogar con nuestro yo profundo, para ver qué hay detrás de nuestras palabras e ideas, de nuestros sentimientos, pues con frecuencia, repetimos fórmulas vacías, frases huecas, aceptamos irracionalmente, sin ninguna criticidad ni análisis “la supuesta verdad de los míos” y rechazamos visceralmente las opiniones y puntos de vista de los adversarios.
Para poder escucharnos, necesitamos de más silencio y soledad. Soledad para encontrarnos, para comunicarnos con nosotros mismos, para ir a la raíz de nuestra vida. Pero aturdidos de ruidos, gritos, consignas, cháchara y palabrería, nos cuesta mucho adentrarnos en el silencio. Por eso nos estamos volviendo tan superficiales y nos dejamos manejar por propagandas, por promesas, por modas, por charlatanes llenos de retórica vacía. Por eso también, mentimos con tanta facilidad o utilizamos las palabras para insultar, para ofender, para atemorizar, para engañar.
El que no es capaz de quedarse consigo mismo a solas y en silencio, difícilmente madurará como persona, y vivirá en la superficialidad y la banalidad, aburrido y solo, incomunicado y triste, lleno de palabras vacías y de mentiras, manejado por su propia ambición o por propagandas e idolillos que acaparan por completo la atención de su corazón.
El silencio es el fruto de la soledad creadora. Soledad buscada para adentrarse dentro de uno mismo, para comprenderse, escucharse y hablarse. El silencio es la última palabra, la mejor palabra, del encuentro. Sólo el que es capaz de entrar en lo profundo de su propia intimidad podrá comunicarse en profundidad. Sólo el que es capaz de sumergirse en el silencio podrá escuchar en realidad las voces y los silencios de los otros.
ES MUY IMPORTANTE MEDITAR EN SOLEDAD, Y EN SILENCIO. PARA SALIR RECONSTRUIDOS CON UNA MENTALIDAD MEJORADA. PARA LUEGO COMPARTIR CON LOS DEMAS, DIALOGANDO Y ESCUCHANDO. J-26/9/2012. CABIMAS-EDO. ZULIA.