Tradicionalmente, se nos ha tratado de convencer de que el fascismo es exclusivo de la derecha. De hecho, uno de los insultos preferidos de los que se autoproclaman revolucionarios, para descalificar y ofender a sus adversarios, es precisamente el de “fascistas”. Por otra parte, varios políticos e intelectuales venezolanos que siempre han militado en las banderas de la izquierda e incluso fueron perseguidos por ello, nos vienen advirtiendo que el actual gobierno tiene muy poco de revolucionario y no dudan en tildarlo de fascista. De hecho, el fascismo no fue iniciado por políticos conservadores, sino por intelectuales radicales y movimientos antiburgueses.
Antes de la fundación del movimiento político fascista, Mussolini no era un político conservador, sino un maestro radical y un líder socialista. Por otra parte, para que seamos todos muy cautos con la ambigüedad de las palabras, deberíamos recordar que gobiernos tan inhumanos y genocidas como los de Hitler, Mao y Pol Pot, todos ellos se autodenominaron socialistas. Por ello, y como un aporte al debate necesario para analizar la realidad política, voy a resumirles un excelente artículo del filósofo y escritor Humberto Eco que se titula “El fascismo eterno”, que aparece en su libro “Cinco escritos morales”. Espero que cada lector pueda sacar sus propias conclusiones.
Según Eco, el fascismo es una ideología política fundamentada en un proyecto de unidad monolítica. Por ello, exalta la idea de nación frente al individuo, suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único, asfixia los poderes locales en beneficio del centralismo, y propone como ideal la superación de todos los vicios del pasado para construir una utópica sociedad perfecta. Para ello, el fascismo inculca y exige la obediencia de las masas o del pueblo (idealizado como protagonista), y usa y abusa de los medios de comunicación, que se convierten en medios de propaganda para aupar y elevar la figura del Jefe Supremo.
El fascismo aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva y los desplaza contra un enemigo común, real o imaginario, interior o exterior, que si no existe habrá que inventarlo y que se transforma en el chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de manera irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población. La desinformación, la manipulación y utilización del sistema educativo, la apropiación de los medios de comunicación hasta lograr que todos informen lo mismo y no sea posible filtrar noticias que no le convienen al gobierno, se convierten en mecanismos para alimentar el carisma del líder y en una fuente esencial para la legitimación del Jefe.
Entre las otras características del fascismo, siempre según Eco, tenemos:
Cultiva un gran culto a la tradición, a los héroes y padres fundadores y trata de presentarse como continuación de su epopeya inconclusa que, ahora sí, alcanzará su culminación gloriosa. Rechaza el pensamiento crítico, y considera el desacuerdo como traición. Le tiene terror a la diversidad y las diferencias y por ello trata de unificar el pensamiento, las costumbres y hasta la forma de vestir. Promueve y alimenta el populismo y busca concentrar en la figura del Jefe todos los poderes. Por eso, necesita instituciones sumisas pues no permite la diversidad ni la divergencia. Cultiva el heroísmo y abusa del lenguaje épico.